Confirmado el Glifosato de Monsanto es cancerígeno
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La Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó que el glifosato, el agrotóxico más difundido en el mundo, que se usa con 85 por ciento de los cultivos transgénicos, es causa probable de cáncer. Comunidades y familias afectadas en Argentina, Paraguay y otros países venían denunciando esta relación desde hace años, por sufrirla directamente. Ahora Naciones Unidas la confirmó.

Es otro legado tóxico de Monsanto a la humanidad: la empresa desarrolló y patentó este herbicida de amplio espectro en 1974 y aunque su patente expiró en el 2000, sigue siendo un importante rubro de sus ventas y está asociado a la mayoría de sus transgénicos. Por ello, Monsanto presiona ahora para que la OMS cambie este parecer, alegando, como ha hecho por décadas, que el glifosato no causa cáncer.
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Pero el grupo de expertos de la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer de la OMS (IARC por su sigla en inglés), que realizó la evaluación, se mantiene en sus conclusiones, explicando que sus documentos de base son muchos, sólidos y sobre todo independientes, a diferencia de los presentados por la empresa.

Un grupo de 17 expertos de 11 países trabajó en la evaluación del potencial carcinogénico de 5 plaguicidas organofosforados: tetraclorvinfos, paratión, malatión, diazinón, y glifosato. El 20 de marzo publicaron los resultados en la revista científica The Lancet. Todos los plaguicidas evaluados mostraron relación con problemas graves a la salud, pero el caso del glifosato desató una alarma global porque es el agrotóxico con mayor volumen de producción y uso en el mundo, y porque instituciones de salud y empresas aseguran que es de baja peligrosidad.

En contraste, el grupo de expertos dictaminó que existen pruebas suficientes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin). Para esto último, se basaron en estudios de exposición a glifosato de agricultores en Estados Unidos, Canadá y Suecia. Si hicieran estos mismos estudios en el Cono Sur de América Latina, en Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay, el área que la transnacional Syngenta llamó cínicamente la República Unida de la Soya, donde se planta el mayor volumen de soya transgénica resistente a glifosato del planeta, los resultados serían aún más graves, ya que la fumigación aérea y la falta de control está mucho más extendida.

El grupo de OMS encontró además suficientes evidencias de daños al ADN y daños cromosómicos en células humanas in vitro, o sea, en pruebas de laboratorio. Son síntomas relacionados al desarrollo de cáncer.

Señalan que el glifosato es usado en agricultura, silvicultura, áreas urbanas y hogares. Agregan que su uso aumentó exponencialmente con la siembra de cultivos modificados genéticamente para ser resistentes a este herbicida y que se han encontrado residuos de glifosato en aire, agua y alimentos.

En 2013, un estudio de Amigos de la Tierra encontró residuos de glifosato en la orina del 45 por ciento de los ciudadanos muestreados en 18 ciudades europeas, y otro en Alemania, niveles de 5 a 20 por ciento más altos en orina que los niveles permitidos en agua potable. El movimiento Moms Across America de EU, encontró en 2014 presencia de glifosato en leche materna, en porcentajes hasta mil 600 por ciento superiores a lo permitido por la directiva europea.

En Brasil, principal usuario de agrotóxicos del mundo, estudios del investigador Wanderlei Pignati, mostraron desde 2011, grave presencia de glifosato en leche materna en el estado de Mato Grosso, así como altos porcentajes de residuos de glifosato y otros agrotóxicos en el agua que beben en escuelas y en 88 por ciento de las muestras de sangre y orina tomadas a maestros del municipio Lucas de Rio Verde de ese estado. Hay resultados en el mismo sentido en Argentina. Allí, los movimientos de madres y médicos de pueblos fumigados de Córdoba, Santa Fe y otras provincias afectadas por la siembra de transgénicos, denuncian desde hace años lo que consideran un genocidio silencioso. En esos lugares, los casos de cáncer y malformaciones congénitas, superan con mucho la media nacional. En el Chaco, hasta 400 por ciento.

Aunque el glifosato existía antes que los transgénicos, éstos aumentaron brutalmente su uso y riesgos. Ahora que causaron decenas de malezas resistentes al glifosato, las transnacionales presionan para liberar transgénicos con tóxicos aún peores. Urge terminar con el mito de la agricultura química, transgénica e industrial: alimentan a una minoría, contaminan todo y a todos, ganan solo un puñado de transnacionales. Es un experimento masivo a nivel global y sus efectos quedan cada vez más expuestos.
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La repercusión de los Productores

Monsanto enfrenta algunos de sus retos más complicados en muchos años. La conjunción de la decisión de la Organización Mundial de la Salud de catalogar su marca líder de herbicida como un posible agente cancerígeno, el ajuste de costos de los agricultores de Estados Unidos y las críticas de los consumidores a los alimentos biotecnológicos oscurecen el horizonte de la compañía.
El desafío más reciente e importante provino de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), un organismo de la OMS, que la semana pasada clasificó el glifosato -que Monsanto comercializa bajo la marca Roundup- como una sustancia potencialmente cancerígena para los humanos.
Esta es la crítica de más alto nivel lanzada contra Roundup, un producto que el sector agrícola de EE.UU. ha considerado durante décadas como un medio seguro de proteger cultivos y jardines.
Monsanto refutó airadamente la clasificación, dada a conocer el 20 de marzo. En una señal de la seriedad con que ha tomado el asunto, la compañía orquestó una amplia campaña en la que convocó a académicos y representantes del sector agrícola para poner en duda el hallazgo.
La crisis golpea a Monsanto luego de 12 meses en que sus acciones han permanecido estancadas, muy a la zaga del aumento de 11% del índice S&P 500 y más lejos todavía del alza de 65% experimentada por sus títulos entre 2009 y 2014.
Las cosechas récord de 2013 y 2014 en EE.UU. tampoco ayudaron a Monsanto puesto que los precios del maíz y la soya cayeron a su nivel más bajo en años, lo que llevó a algunos agricultores a elegir semillas más baratas y ahorrar en otros suministros. Igualmente, el fortalecimiento del dólar encareció las semillas y los agroquímicos para otras potencias agrícolas, como Brasil, según analistas.
Monsanto y otras compañías de semillas biotecnológicas han invertido grandes sumas para contrarrestar la campaña contra los alimentos genéticamente modificados, parte de un movimiento que ha impulsado las ventas de productos no transgénicos.
Por su parte, los agricultores tienen que vérselas con hierbas que se han vuelto resistentes al glifosato y proteínas insecticidas generadas por algunos cultivos biotecnológicos.
“Les llueve sobre mojado”, dice Mark Connelly, analista de la corredora CLSA Ltd. La clasificación de la IARC, añade, “es muy significativa porque es la primera vez que un organismo relativamente creíble ha apuntado contra el glifosato”.
Las acciones de Monsanto cayeron casi 3% en la última semana.
Otros analistas, sin embargo, creen que el mayor problema de Monsanto es el derrumbe de los precios de los cultivos. Los futuros del maíz descendieron 47% en los últimos dos años y los de la soya 33%, lo que redujo el poder de compra de los agricultores, algo de lo que Monsanto depende para vender más semillas de alta tecnología y servicios agrícolas.
El Departamento de Agricultura de EE.UU. proyectó en febrero que los ingresos del sector agrícola se reducirán en casi un tercio este año, llegando a su nivel más bajo desde 2009.
Monsanto pasó a dominar el negocio de semillas agrícolas luego de subirse al tren de la biotecnología a inicios de los años 80. A comienzos de la década previa, Monsanto había patentado y lanzado al mercado un método para insertar en las semillas genes que las volvían resistentes al glifosato.
Desde que las semillas Roundup Ready salieron a la venta en 1996, se convirtieron en omnipresentes. Veintiocho países han adoptado cultivos biotecnológicos, según ISAAA, una organización del sector.
EE.UU. es el líder con 73,1 millones de hectáreas dedicadas a variedades transgénicas en 2014, seguido por Brasil, con 42,2 millones, y Argentina, con 24,3 millones.
Los agricultores adoptaron rápidamente estos productos, en parte porque el glifosato hace que sea fácil erradicar las malas hierbas que asfixian cultivos y disminuyen los rendimientos de un campo, pero también porque era más seguro que otros químicos más antiguos, afirman académicos.
El segmento de productividad agrícola de Monsanto, que incluye Roundup, generó u$s5.100 millones en ingresos en el año fiscal 2014, cerca de un tercio de las ventas de la compañía.
De todos modos, la ardua competencia de fabricantes de glifosato hace que la rentabilidad de la división sólo equivalga a 63% de la del negocio de semillas, el principal de Monsanto. Algunos analistas creen que la empresa podría llegar a escindir la división. Monsanto se negó a comentar al respecto.
“Esperamos que nuestros clientes agricultores continúen usando (glifosato) y no prevemos un impacto en nuestras ventas”, dijo el martes Brett Begemann, presidente de Monsanto, en una conferencia telefónica con periodistas.
Chris Novak, presidente ejecutivo de la Asociación Nacional de Productores de Maíz de EE.UU., respaldó la seguridad del glifosato y dijo en la misma rueda de prensa que el dictamen de la IARC “genera temor y confusión innecesarios”.
Monsanto solicitó una reunión con la OMS para tratar el tema. La empresa quiere que la agencia reclasifique el producto como no cancerígeno.
Monsanto probablemente tenga que responder numerosas preguntas sobre el tema el 1 de abril, cuando anuncie las ganancias del segundo trimestre fiscal. La empresa es un blanco favorito para grupos de consumidores y activistas críticos de los transgénicos y la agroindustria.
La veloz reacción de Monsanto a la clasificación del glifosato se produce luego de que sus ejecutivos reconocieron que se demoraron mucho en responder a la preocupación pública y la desconfianza respecto de los cultivos genéticamente modificados.
Dado que la clasificación de la IARC se basó en investigaciones existentes sobre el glifosato en lugar de realizar nuevos estudios, es poco probable que las autoridades regulatorias tomen alguna medida, dice Thomas Redick, abogado que asesora a grupos agrícolas sobre regulaciones.
Brett Wong, analista de Piper Jaffray, dijo en una nota a sus clientes esta semana que las preocupaciones por la clasificación son “exageradas” y agregó que la IARC ha clasificado el consumo de alcohol y los turnos nocturnos como otras fuentes potenciales de cáncer.

¿Que es el glifosato?

El glifosato como sustancia fue descubierto inicialmente en 1950 por un químico suizo, Henri Martin, de la empresa farmacéutica Cilag. En ese momento no se halló una aplicación farmacéutica para el producto, y no fue sino hasta la década del 70 que se descubrió su actividad herbicida. En esos años la empresa Monsanto estaba probando diversos compuestos como potenciales agentes descalcificadores de agua cuando halló que dos moléculas estrechamente relacionadas con el glifosato tenían cierta actividad herbicida contra malezas perennes. El científico John Franz luego sintetizó los derivados de estos dos compuestos y con rapidez descubrió que el glifosato era un potente herbicida, que a continuación se patentó bajo la marca comercial “Roundup®”. Roundup® se vendió por primera vez en Malasia para el caucho y en el Reino Unido para el trigo en 1974. La primera aprobación en los EEUU, también en 1974, fue para uso industrial no relacionado con cultivos. En la agricultura, el glifosato primeramente se desarrolló para el control de los rastrojos en todo tipo de cultivo o aplicaciones dirigidas en cultivos leñosos. Más tarde, su uso se extendió adicionalmente para incluir la aplicación previa a la cosecha en cereales y oleaginosas.

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